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Historia de la ASP5

La primera ASP tuvo lugar en 2000 en Savar, Bangladesh, estuvo precedida por meses de movilización mundial y dio lugar a la "Carta por la Salud de los Pueblos" (PCH, por sus siglas en inglés) y al inicio del Movimiento por la Salud de los Pueblos. La PCH es el documento fundacional del MSP y sigue siendo relevante hoy, 23 años después de su concepción.

En 2005, la ASP2 se organizó por primera vez en América Latina. Cientos de activistas de la salud de todo el mundo se reunieron y adoptaron la Declaración de Cuenca, que proporcionó una visión estratégica para el MSP.

La ASP3 tuvo lugar en Sudáfrica, en Ciudad del Cabo, en 2012. Los numerosos activistas sanitarios de más de 70 países elaboraron una Declaración de Ciudad del Cabo orientada a la acción y centrada en las áreas temáticas de la campaña Salud para Todos.

En 2018 en Bangladesh, Dhaka, la cuarta asamblea dio lugar a un enfoque renovado en la construcción de nuestro movimiento, la importancia de la movilización social y el fortalecimiento de la campaña temática. La Declaración de Dhaka enfatizó claramente el compromiso de todos los presentes con la Salud para Todos.

El marco y los resultados de las Asambleas contenidos en la Carta de los Pueblos para la Salud, la Declaración de Cuenca, la Declaración de Ciudad del Cabo y la Declaración de la Cuarta Asamblea Mundial de la Salud son más pertinentes que nunca. La Quinta Asamblea lleva adelante los compromisos contraídos en la Declaración de la Cuarta Asamblea Mundial de la Salud.

Se espera que los diversos debates, intercambios y elaboración colectiva de análisis y estrategias mejoren la capacidad de organización y movilización de la ASP en favor de la salud. Se espera que de las deliberaciones de la Asamblea surjan acciones concretas y planes a medio y largo plazo en las principales áreas temáticas y programáticas.

La Asamblea irá precedida de Asambleas regionales y locales y otras formas de movilización en diferentes países. Se prestará especial atención a apoyar a los jóvenes activistas para que asistan y participen en la Asamblea y en sus actividades previas.

Se espera que la ASP5 logre
Se espera que la Asamblea, a través de los diversos debates, intercambios y elaboración de estrategias colectivas, mejore la capacidad del MSP para organizarse y movilizarse por la salud y los factores determinantes de la salud. Se espera que de las deliberaciones de la Asamblea surjan acciones concretas en las principales áreas temáticas y programáticas. De acuerdo con lo expresado en el Plan Estratégico 2020 - 2025 del MSP "La visión de la Construcción del Movimiento es que más gobiernos reconozcan el Derecho a la Salud como un derecho constitucional, y que el MSP contribuya a un movimiento global hacia un paradigma económico alternativo: más igualitario, sin explotación, hacia la Salud para Todos".

La Asamblea pretende hacer avanzar el objetivo de la ASP de salud para todas las personas a través de deliberaciones centradas en cinco ejes temáticos (véase el programa). La ASP5 proporcionará un espacio crítico para deliberar sobre los objetivos específicos de cada eje.

Nuestros objetivos son

   Analizar la situación económica, política y social mundial en relación con la política sanitaria. 
   Reconocer y fortalecer la diversidad de enfoques, luchas y resistencias por la salud de los pueblos. 
   Articular estrategias que promuevan la solidaridad del movimiento por la salud a nivel global, regional y local. 
   Fortalecer los movimientos por la equidad en salud, la justicia social y de género, la solidaridad y el buen vivir, a partir de las diversas experiencias de los últimos años.

Antecedentes y contexto político de la ASP5
Teniendo en cuenta el contexto descrito, en la Quinta Asamblea Mundial por la Salud de los Pueblos (ASP5) queremos dar un paso más e ir más allá de este análisis, situando nuestras luchas por el derecho a la salud desde la solidaridad, la empatía, la equidad y el respeto a la biodiversidad para salvaguardar las vidas humanas, la naturaleza y los ecosistemas que tejen la relación de la vida.

Entre los cambios importantes que se han producido en el contexto mundial en la última década y que han replanteado las luchas por la salud se encuentran: la amenaza a la atención primaria de salud integral; la privatización de los servicios sanitarios; el aumento de la desigualdad y la reducción de la asistencia social; la creciente crisis climática; el agravamiento de las guerras, los conflictos y los desplazamientos; la erosión de las estructuras democráticas y el posicionamiento de gobiernos autoritarios; el auge del fundamentalismo político de derechas; el creciente poder de las corporaciones, mientras se profundiza la crisis y la desigualdad y la dominación económica global; el aumento del desempleo; el incremento de la inseguridad y la pérdida de soberanía alimentaria; y el debilitamiento general de las organizaciones internacionales de derechos humanos, al tiempo que continúan las viejas guerras y surgen otras nuevas que profundizan las dinámicas de migración forzada interna y transfronteriza. Todo ello afecta de manera desproporcionada a los grupos socioeconómicamente vulnerables, especialmente en los países que han estado bajo dominio colonial, en la periferia económica y política, y que se caracterizan por ser países de renta media y baja (PRMB).

Las empresas se entregan a la destrucción desenfrenada de los ecosistemas y la biodiversidad, generando enormes volúmenes de residuos tóxicos, al tiempo que ponen en peligro las identidades culturales y la diversidad de las formas de vida. La complejidad de los conflictos y las guerras, las migraciones, la crisis climática y las amenazas a la democracia -por nombrar sólo algunos- plantean nuevos retos cada día. Todos ellos, ayudados por unas políticas económicas y comerciales injustas a escala mundial y nacional, promueven un paradigma de desarrollo capitalista, patriarcal y colonialista que es insostenible e injusto y crea un complejo entramado de procesos deterministas que impiden gravemente la realización de la salud para todos. Además, las medidas de austeridad, tanto en el Sur como en el Norte, han comprometido aún más el acceso, a menudo como consecuencia del desmantelamiento de los sistemas y servicios públicos y de la creciente dependencia de la prestación de atención sanitaria privada en el marco de dinámicas de mercantilización del derecho a la salud.

En los últimos tres años, el mundo ha experimentado la crisis sanitaria y humanitaria más catastrófica de la historia reciente, durante la pandemia de Covid19. Esta crisis es consecuencia del modelo civilizatorio global imperante y hace urgente un cambio de paradigma cultural, social, político y económico. La lógica antropocéntrica que constituye este modelo, basada en el sentimiento de no pertenencia a la Madre Tierra, con la consecuente destrucción, exclusión, extinción y violencia en todas sus manifestaciones, exige formas diferentes de pensar y vivir la educación, la producción, la política, la economía y la salud, presentes y re-existentes en las sabidurías y prácticas ancestrales de los propios pueblos.

La pandemia puso en evidencia los procesos estructurales de desigualdades en salud que existen desde hace mucho tiempo en un mundo predominantemente capitalista, neoliberal y controlado por las corporaciones. La gran diferencia no sólo se limitó a la incapacidad de los países con menos recursos para garantizar la disponibilidad de artículos esenciales como equipos de protección personal (EPP), diagnósticos, medicamentos y vacunas, sino también a su incapacidad para hacer frente a las empresas transnacionales y a la gran industria farmacéutica que se beneficiaron, y siguen haciéndolo, a raíz de la pandemia. Muchas personas han muerto por no tener acceso a unidades de cuidados intensivos debidamente equipadas, oxígeno o incluso acceso a servicios sanitarios básicos. Cientos de trabajadores sanitarios se han visto afectados por el Covid19 no sólo por la falta de Equipos de Protección Individual, sino también por el empeoramiento de las precarias condiciones de empleo y trabajo, la ampliación de turnos y reducción de tiempos de descanso, la altísima carga emocional, los retrasos en el pago de sus salarios, entre otras condiciones.

La respuesta abrupta y extremadamente dura a la pandemia de Covid-19 en muchos países, como los cierres, ha exacerbado las privaciones políticas y las desigualdades sociales y económicas y ha precipitado una crisis de salud pública, así como una crisis económica de proporciones descomunales. Millones de personas en todo el mundo han perdido sus medios de vida y sus ingresos, en particular quienes trabajan y subsisten en la economía informal. Estas consecuencias las sufren de forma desproporcionada grupos sociales e individuos en las intersecciones de casta, raza/etnia, discapacidad, edad, clase, identidad de género, orientación sexual, ocupación, refugiados, migrantes y otras ubicaciones sociales históricamente marginadas.

La violencia de género, el hambre y la inanición, y la sobrecarga de trabajo y cuidados por razones de género son algunos de los muchos problemas que se han agravado en los últimos años. El estigma y la violencia, incluido el racismo contra las comunidades, los migrantes, los refugiados y los pacientes, son fenómenos del contexto COVID que también han afectado profundamente al bienestar psicosocial y exacerbado los temores y las consecuencias de las desigualdades, la discriminación y la intolerancia.

El angustioso periodo pandémico nos ha empujado a recuperar el momento y a reivindicar la justicia social, la salud y los derechos humanos mediante acciones de colaboración y solidaridad regionales y mundiales. Ahora es esencial hacer frente a los profundos fallos en la organización de nuestras sociedades y mundos. Es un momento de ajuste de cuentas, de reevaluar cuáles y de quién son esenciales y valorados los derechos a la salud, incluidos los derechos de la naturaleza a la que pertenecemos. Cómo crear sociedades solidarias capaces de facilitar el acceso a los servicios sanitarios y garantizar el derecho a la salud, a la protección social y a los cuidados, incidiendo también en aquellos procesos que determinan las formas de vivir, enfermar y morir de las personas y los colectivos.

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